Nuestra Iglesia La Nueva Jerusalem de Chillán, adhiere a:
- El credo de los apóstoles
Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro, que fue concebido del Espíritu Santo. Nació de María virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Al tercer día resucitó de entre los muertos, subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso y desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.
- Confesión de Fe y Catecismos Mayor y Menor de Westminster
Enlace a Confesión de Fe de Westminster: http://www.iglesiareformada.com/confesion_westminster.html
Enlace a Catecismo Mayor de Westminster: http://www.iglesiareformada.com/catecismo_mayor_westminster.html
Enlace a Catecismo Menor de Westminster: http://www.iglesiareformada.com/Catecismo_Menor_Westminster.html
- La declaración doctrinal del Presbiterio Fundamentalista Bíblico de Chile
Entre otras verdades igualmente bíblicas, creemos y sostenemos las siguientes:
a. La inspiración divina, plenaria y verbal de las Sagradas Escrituras en los idiomas originales; su consecuente inerrabilidad e infalibilidad, y, como Palabra de Dios, su autoridad única y final en la fe y en la vida;
b. El Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo;
c. La deidad eterna, esencial y absoluta, así como la real, propia e inmaculada humanidad de nuestro Señor Jesucristo;
d. Su nacimiento de María, virgen;
e. Su muerte expiatoria y sustitucional, puesto que “dio su vida en rescates por muchos”;
f. Su resurrección de entre los muertos con el mismo cuerpo con que fue crucificado y la segunda venida de este mismo Jesús, con poder y gran gloria;
g. La salvación como resultado de la regeneración por el Espíritu Santo y la palabra de Dios; no por obras, sino por gracia, por medio de la fe;
h. La eterna felicidad de los salvos y el sufrimiento eterno de los perdidos;
i. La unidad espiritual verdadera en Cristo de todos los redimidos por su preciosa sangre;
j. La necesidad de mantener, conforme a la Palabra de Dios, la pureza de la iglesia en doctrina y vida.